Un viaje que revela realidades
Las conversaciones con taxistas a menudo reflejan el pulso de la sociedad. En un reciente trayecto en Palma, me encontré con una conductora que, al escucharme hablar en catalán, sonrió con alegría. Su respuesta fue un alivio para ella, quien confesó estar cansada de alternar entre lenguas y que hablar en su lengua materna le resultaba más relajante.
Este pequeño intercambio se convirtió en un espejo de la situación del catalán en Mallorca, una lengua que, a pesar de su riqueza cultural, enfrenta un retroceso en diversos ámbitos, desde el comercio hasta las escuelas. La conductora, sin quererlo, se convirtió en un termómetro social, evidenciando la lucha de una lengua que se siente desplazada en su propio hogar.
Un adiós silencioso
El viaje culminó con una despedida nostálgica. Aunque es probable que no volvamos a vernos, esa sonrisa compartida simboliza un vínculo efímero pero significativo. La experiencia me recordó que, en cada viaje en taxi, hay historias que contar y realidades que confrontar sobre la identidad y el lenguaje en nuestra sociedad.
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