Un estilo que impone
La primera dama de EE. UU., Melania Trump, realizó una visita oficial al Reino Unido, donde su elección de vestuario habló más que cualquier comunicado. En el aeropuerto de Stansted, apareció con un largo abrigo de Burberry, que más que un simple gesto diplomático, funcionó como un manto de protección. Este abrigo, que cubría su figura de manera casi ceremonial, hizo eco de la etiqueta británica, pero también marcó una clara distancia.
Un viaje de contrastes
Al llegar al castillo de Windsor, Melania optó por un sombrero de ala ancha en tono violeta, que se convirtió en un símbolo de ocultamiento. A diferencia de otros tocados que invitan al diálogo, el suyo actuó como un muro, manteniendo la intimidad en medio de las cámaras. Finalmente, en el banquete de gala en St. George’s Hall, deslumbró con un vestido amarillo de Carolina Herrera, que, aunque brillante, no competía con el esplendor de sus anfitrionas. Este recorrido, desde el abrigo-fortaleza al vestido-coronación, encapsula su estilo: una mezcla de control y distancia, donde cada elección de vestuario es un acto calculado de presencia sin disponibilidad.
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