El fracaso del compromiso de evitar genocidios en Gaza

La realidad del genocidio

El término genocidio lleva consigo un peso moral sin par, reflejando el sufrimiento colectivo más profundo y la crueldad extrema del ser humano. Este concepto abarca desde el horror de los campos de exterminio hasta la violencia sistemática y la deshumanización. El jurista polaco Lemkin, quien acuñó el término, lo definió como una práctica antigua en su forma moderna, más amplia que la que se adoptó en la Convención de 1948, diseñada para proteger a las potencias vencedoras de sus propias atrocidades.

Las recientes acciones de las fuerzas armadas, tanto rusas como israelíes, han suscitado un intenso debate sobre la verdadera naturaleza de sus objetivos. Al bombardear el teatro de Mariúpol o destruir un hospital pediátrico en Gaza, ambos justifican sus acciones como ataques a objetivos militares. Sin embargo, los expertos subrayan que el genocidio se define por la intención de eliminar, total o parcialmente, a un grupo nacional, racial, étnico o religioso, y no se requieren millones de víctimas para que se configure. Ejemplos como el asesinato de ocho mil hombres en Srebrenica demuestran que cualquier acto que busque la aniquilación de un grupo es suficiente.

La violencia reciente y sus repercusiones

Desde el 7 de octubre de 2023, tras el ataque de Hamas que dejó 1.200 israelíes muertos, el Gobierno de Israel ha sido acusado de llevar a cabo un proceso genocida en Gaza. Expertos han señalado que esta respuesta es desproporcionada y se suma a años de incumplimiento de resoluciones de la ONU y un pacto con sectores extremistas. Ana Foa, en su obra ‘Il suicidio di Israele’, resalta que al finalizar el conflicto, será necesario reflexionar sobre una memoria que, a pesar de haber guiado durante décadas, no ha logrado proteger a civiles judíos ni palestinos durante este periodo de guerra.

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