Un regreso inesperado
Imaginemos que el general Francisco Franco, líder de España, regresara del panteón de Mingorrubio para conmemorar los cincuenta años de su muerte. Su primera reacción sería de asombro ante la transformación social actual. La vestimenta de las mujeres, los peinados y la exhibición del amor entre parejas homosexuales lo dejarían perplejo. La proliferación de tatuajes en hombres y mujeres lo llevaría a cuestionar si realmente ha regresado al mundo que conoció.
Reflexiones sobre el presente
Franco se indignaría al ver que no hay calles con su nombre y pensaría que el gobierno de Pedro Sánchez debería ser encarcelado. Las disputas entre Sumar y Podemos le recordarían los enfrentamientos de la Guerra Civil, mientras que el sistema autonómico le parecería una amenaza a la unidad nacional. La posibilidad de escuchar catalán en el Congreso sería una provocación para él.
Alberto Núñez Feijóo le recordaría a los políticos de épocas pasadas, y aunque vería con buenos ojos a Isabel Díaz Ayuso, no aceptaría que una mujer gobernara. Su simpatía podría inclinarse hacia Santiago Abascal, a pesar de considerarlo un tanto ruidoso. La omnipresencia del fútbol lo impresionaría, deseando que sus ministros hubieran programado más eventos deportivos.
Franco también criticaría las redes sociales, abogando por su prohibición. La situación internacional, especialmente la relación con Rusia y la postura de la UE, le generaría desconfianza. Sin embargo, se alegraría de que su figura aún resuena en algunos sectores de la sociedad española, sintiéndose reconfortado al ver a jóvenes cantar el “Cara al sol”.
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