La mirada de Rusiñol sobre Mallorca
En estos días de finales de septiembre, mientras me despido de Mallorca, disfruto de la prosa lírica de Santiago Rusiñol. Su obra, La illa de la calma, evoca una nostalgia por un pasado en el que la isla era un refugio de tranquilidad, un lugar donde el tiempo parecía detenerse. Rusiñol, que visitó Mallorca en varias ocasiones, la consideraba una isla terapéutica, ideal para la recuperación, especialmente tras su convalecencia en 1901 después de una cura de desintoxicación en París.
El impacto del turismo en la isla
Desde 1893, cuando Rusiñol escribió para La Vanguardia, describió la belleza de Mallorca, cuyo esplendor sigue atrayendo a turistas. Sin embargo, los visitantes actuales poco conocen sobre la historia cultural de las Baleares, que durante casi dos mil años han sido vistas como espacios mágicos. Hoy, Mallorca y Ibiza han cambiado drásticamente, y los turistas buscan experiencias ligadas al bronceado y el ocio sin restricciones, en contraste con la serenidad de antaño.
Durante la temporada turística, que se extiende de abril a noviembre, el centro de Palma se convierte en un hervidero de visitantes. La convivencia entre residentes y turistas se torna complicada, con comportamientos que a menudo resultan molestos para los locales. A pesar de que el turismo es vital para la economía, la necesidad de un enfoque más sostenible es urgente. Este verano, manifestaciones en Mallorca han evidenciado un malestar creciente hacia la masificación turística, reflejando la necesidad de un equilibrio entre la industria y el respeto por el entorno.
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