Un legado en tiempos de crisis
En un contexto marcado por tensiones sociales y políticas, la muerte de Sebastià Bardolet, abad emérito de Montserrat, ha pasado desapercibida. Nacido en 1934, Bardolet vivió un periodo crítico en la historia de Cataluña, caracterizado por el auge del catalanismo y el catolicismo, seguido por un notable declive de la religión en la actualidad.
Montserrat ha sido un símbolo de la identidad catalana y la religiosidad popular desde el siglo XIX, con figuras como Jaime Balmes y el obispo Torras i Bages influyendo en el nacionalismo conservador. Sin embargo, la secularización y el anticlericalismo, acentuados tras la Semana Trágica de 1909, llevaron a una grave división social.
Un espacio de reconciliación
Tras la Guerra Civil, Montserrat se convirtió en un inusual punto de encuentro entre catalanes de distintas ideologías. Durante el franquismo, el monasterio promovió innovaciones doctrinales y la lengua catalana en la liturgia. Bardolet, que asumió el liderazgo durante un periodo de crisis, se destacó por su actitud serena y su compromiso con la comunidad.
A pesar de su discreto entierro y la baja asistencia en la basílica, su legado perdura en un Montserrat que enfrenta retos significativos, incluyendo una creciente indiferencia cultural hacia su papel. Bardolet, siempre optimista, creía en la capacidad del amor para reconciliar y reunir a las personas en tiempos difíciles.
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